Si la educación ha de proponerse no sólo la instrucción sino la formación de las personas, es urgente que incorpore explícitamente los valores éticos que hoy juzgamos básicos y fundamentales.
1. EDUCACION EN VALORES.
Educar es formar el carácter, en el sentido más extenso y total del término: para que se cumpla un proceso de socialización imprescindible, para promover un mundo más civilizado, crítico con los defectos del presente y comprometido con el proceso moral de las estructuras y actitudes sociales.
¿Con qué valores debe comprometerse la educación, para formar el carácter más auténticamente humano? ¿Podemos hablar de un sistema de valores universales, consensuables internacionalmente? ¿Cuáles son? ¿Son enseñables?
Hay que reconocer que los que viven bien se acuerdan poco de los que sufren: el bienestar material no genera una espontánea solidaridad con los pobres. Hay quienes dicen que estamos ante una vuelta de los valores “postmaterialistas”, fruto del cansancio producido por la satisfacción material.
No tenemos un modelo de persona ideal, ni de sociedad, ni un solo modelo de escuela, porque nuestro mundo es plural y aplaudimos la convivencia de las diferencias.
Los valores básicos son abstractos y formales, pero no tanto que no podamos tomarlos como criterios y pautas de conducta. Es inadmisible,
La ética se funda en la historia y los valores fundamentales deben serlo en cualquier parte y en cualquier cultura.
Que tengamos valores universales no significa que no queden todavía muchas zonas dudosas donde el consenso es complicado.
¿Cómo se enseñan los valores éticos? ¿La ética se puede enseñar? ¿Vale la pena enseñarla? ¿Cómo se enseña teniendo en cuenta que no se trata de dar respuestas claras a problemas concretos, sino más bien de sembrar incertidumbres, de formar para la crítica, de enseñar a las personas a decidir por su cuenta, con autonomía?
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El primer paso es tomar conciencia de los conflictos - intrínsecos a la institución o a sus circunstancias - producidos por situaciones poco satisfactorias, y enfrentarse a ellos con respuestas colectivas y consensuadas.
La educación en valores éticos es tarea de todos los que actúan de un modo u otro, sobre los educandos. La sociedad somos todos, y es de todos la responsabilidad de mejorarla, mejorando los comportamientos de sus miembros. La enseñanza de la ética es un tema de corresponsabilidad, de actuar en concordancia. Sin embargo, los espacios más propios de la educación son la familia y la escuela. Son ambas instancias las que deben hacerse cargo mayormente de lo que transmiten a niños y jóvenes.
Vale la pena asumir concientemente la transmisón a nuestros hijos y alumnos de aquellos aspectos de nuestro mundo que quisiéramos conservar.
Por críticos que seamos con todo, algo querremos mantener o no perder. El afecto hacia lo más humano de nuestro mundo y la explicitación de ese afecto, nos hará convincentes.
Vale la pena enseñar dichos valores aunque no sean rentables económicamente o incluso socialmente, ya que son valores imprescindibles para llevar adelante tanto la democracia como la autonomía individual.
La libertad, la igualdad, la vida y la paz nos obligan a todos a ser más justos, más solidarios, más tolerantes y más responsables. Sólo con esos objetivos en el horizonte es posible formar individuos que no renuncien a ninguna de sus dos dimensiones: la social y la individual.
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